Yo no sé coser, no sé hacer guantes ni batas ni mascarillas de tela para los médicos y enfermeras en los hospitales, para los policías, para las dependientas de Farmacias o Supermercados; ó para los transportistas que recorren España de Norte a Sur y de Oriente a Poniente repartiendo alimentos. No tengo material ni equipo médico ni dinero para donarles para ello. Me encantaría saber hacerlo o tenerlo pero soy consciente y no, no sé y no tengo.
En estos tiempos, en los que no sólo hay que seguir las recomendaciones al pie de la letra de los expertos en la materia; tiempos en los que además hay que dar un paso más allá, quiero compartirles mi experto entrenamiento y mi valioso tiempo para construir un refugio seguro dónde podamos DESAHOGARNOS en éste mar de miedo e incertidumbre, entre noticias y pseudonoticias, entre realidad y ficción de las redes sociales; entre lo que estamos viviendo y lo que podemos aprehender. Eso, con certeza, sí sé y lo tengo.
Los entiendo; lo único que está en juego es ni más ni menos, nuestra valiosa vida y la de los seres que más queremos de nuestra familia, nuestros amigos y nuestros compañeros de trabajo. Suena MUY pesimista y lo es en verdad porque nos quedan más semanas de confinamiento y más pérdidas humanas de desconocidos, o lo más triste aún, tal vez de conocidos.
Pero tranquilos y tranquilas, dice la sabiduría popular “que no hay mal que por bien no venga” o que “la imaginación es la mitad de la enfermedad, la tranquilidad la mitad del remedio y la paciencia el comienzo de la cura”. Si es así:
- Regla número uno:
- Estacionemos a la imaginación de las posibles barbaridades. Identifiquemos y ventilemos nuestras emociones, dejemos salir a los sentimientos, que se asomen y que nuestro sentido de prudencia los deje deambular por las habitaciones de nuestras casas. Tal vez con un abrazo o simplemente en silencio podamos acompañarnos, organizarlos y redirigirlos hacia lo creativo. Es normal sentirse unos días mejor, que otros en los que no es claro el sentido de la vida sin nuestro antes del 14 de marzo.
- Regla número dos:
- Aprendamos cómo gestionar nuestras emociones y nuestros sentimientos, hablando, comunicándonos correctamente y dirigiéndolos hacia las personas correctas, algo de humor ayuda mucho. Que nos gobierne la tranquilidad a pesar de la inquietud del aburrimiento o la nueva y escasa rutina.
Como padres, estamos frente a la invaluable posibilidad de aprender de nuestros hijos su inmensa adaptabilidad, incluso sin saber a ciencia cierta lo que está pasando a su alrededor; por ello, expliquémosles con palabras adecuadas a su edad para que estén en condiciones de comprender lo que estamos atravesando, son niños o adolescentes no tontos y entienden perfectamente bien si se los sabemos explicar sin asustarlos. Que lo escuchen de nosotros será mucho más tranquilizador que lo que puedan leer o ver en las redes sociales.
- Regla número tres:
- Siempre en beneficio de los más pequeños y de los adolescentes, por ellos, comamos una buena ración de paciencia en las tres o cinco comidas del día. Entendamos que el bienestar de todos los miembros de la familia depende de los adultos, no les dejemos a ellos esa responsabilidad. Nuestros hijos aprenderán de nosotros, de nuestro ejemplo y de cómo nos vean enfrentar ésta situación.
Paradójicamente, recordemos también que estamos ante la posibilidad de aprender de ellos, de su amor incondicional y confiado, de sus inquietudes y desafíos, de sus palabras y sus lágrimas, de sus emociones y sentimientos y también de sus silencios. Con cariño, sin gritos y sin reproches. Nadie hemos creado al coronavirus y por tanto nadie es responsable de esta circunstancia en la que nos vemos envueltos todos.
Así que dejémonos ir, dejémonos sentir y dejémonos oír. Lo que salga, pero con cuidado.
- Regla número cuatro:
- Guardemos silencio, respetemos turnos y escuchemos con atención. Tenemos tiempo. Observemos nuestros lenguajes, tanto los que se escuchan como los que no pues también comunican. Dispongámonos a empatizar.
Tratemos, aunque nos cueste, de comprender las acciones de los demás. Conozcamos a fondo a nuestros integrantes de la familia, a los amigos y compañeros con los que convivimos casi TODA nuestra vida y a veces no llegamos a conocer bien. Cómo se comportan, qué sienten y qué no sienten, qué piensan y qué no piensan, qué dicen y qué no dicen, qué demuestran y qué no. Ahora nos sobra tiempo para hacerlo. Y para qué? Pues para que en el futuro, cuándo esa persona nos necesite sepamos sencillamente lo que necesita y estemos en condiciones de dárselo, de ayudarle, de apoyarlo.
- Regla número cinco:
- Construye tu refugio, tu seguridad agarrado de la tabla que flota en el mar de la inseguridad.
No podemos pretender ir de no haber hecho nada en años, a quererlo hacer ahora en quince días.
Dicen que “no se puede desatar un nudo sin saber cómo está atado”. Pues esto amigos, se trata de lo mismo: de construir a partir de lo deconstruído de la convivencia.
Hay que empezar por lo primero, fragmentar para priorizar y arrancar.
Decídete a hacerlo, como sea que te sientas cómodo y que te sirva para desahogarte. Que ése sea tu reto y a la vez, su fruto, tu refugio seguro.
Que te sirva de ahora en adelante hasta los últimos días de tu existencia.
Atrévete a hacerlo y a hacer en él lo que nunca te habías atrevido, total ¿Qué puede pasar?
Lo peor será que nadie sepa que lo tienes, para que lo tienes o que te vean dentro de él.
Yo ya lo estoy haciendo, escribiéndote y atreviéndome a hablarte así
¿y tú? ¿estarás listo para atreverte a hacer el tuyo?
Si alguien por azares de la vida lee éste pensamiento; sea médico, enfermera, policía, farmacéutico, dependiente, transportista o camionero, director de almacén de cereales para la planta de bioetanol y para ganaderos, sea del sector que sea pero que esté en contacto directo con el COVID-19; y le sirven mis palabras en estos momentos de cansancio, desesperación y desamparo, tengo además esperanza de qué las entenderá cómo una sencilla muestra de agradecimiento por “estar en primera línea” para combatirlo por el bien de nuestra comunidad.
Por: Renatta Villalobos De La Cerda.
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